Pareciera una moda reciente, pero el vinilo o PVC tiene una historia que se remonta a poco más de un siglo. El PVC (cloruro de polivinilo) se creó en el año de 1872; Eugen Baumann, químico alemán creador de éste innovador material en ningún momento realizó un esfuerzo por patentar el hoy tan popular invento. Fue en 1913 cuando otro alemán, Friedrich Klatte, realizó las gestiones de la patente del PVC tras conseguir un método innovador de polimerización, gracias al uso gestionado de la luz solar.
Sin embargo, aunque novedoso y versátil, no había una aplicación práctica que se le concediera al PVC, por lo que fue visto como un material inútil, hasta que cayó en las manos de Waldo Semon, quien tuvo la suficiente visión como para comprender todas las potencialidades y aplicaciones que tenía el vinilo o PVC.
Para Semon era una verdadera lástima que durante tantos años no se le diera el uso adecuado al PVC, desechándolo incluso como si fuera un material irrelevante. Poco a poco fue experimentando con el material, elaborando diversas formas, cuerpos geométricos y utensilios presentes en la vida cotidiana como tacones de zapatos.
Así fue como más pronto que tarde se empezó a emplear el vinilo o PVC para hacer capuchones impermeables y cortinas de baño, generándose así la producción del material que lo ha llevado hoy a ser el segundo plástico de mayor venta a nivel internacional. Pero la aplicación del vinilo se hizo cada vez mayor; hacia finales de 1960 ya se conocía su versatilidad, sobre todo como elemento decorativo, pues se le añadieron químicos que generan una capa autoadhesiva en objetos como baldosas, papeles autoadhesivos para forrar todo tipo de superficies y evidentemente, allí surge la aplicación masiva del vinilo. Actualmente, el vinilo o PVC lo utilizamos para forrar cuadernos, libros, superficies de madera, paredes y baldosas de porcelana.